Volcado en tantos lamentos, no he podido ver más la luz de un atardecer. Siempre culpándote de todas mis espinas, de mis rasgaduras. Teníamos tanto por morir juntos, queríamos sonreír pero siempre buscábamos sufrir. Nos amábamos tanto que teníamos que romper las válvulas y dejarlas sangrar. Siempre fuimos tan idiotas, pero yo sabía que al primer lamento me degollarías las razones, tú nunca entendiste mi arte, siempre te burlaste. Yo que pensé que me amabas. Menuda desgraciada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario